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Sara, cos seus premios |
La gota que colma el vaso
Año del
Señor de 1627, relato del interrogatorio al hidalgo Núñez de Fonseca, doctor en
medicina, situado en las celdas de la Santa Inquisición
en la muy noble y leal ciudad de Toledo...
El pálpito
comenzó a acelerar, un torbellino que atrapa el tiempo que me queda de vida, el
terror y el pánico son mis compañeros. Cada gota que aterrizaba como un amargo
suspiro sobre mi cabeza, iba desvaneciendo todas las oportunidades que me
habían ofrecido para cambiar el rumbo. Mis ojos, pidiendo a gritos un socorro,
dejaban pasar a través de la mirada, emociones sentidas en pocos instantes.
La locura
me consumiría por dentro y no tendría la suficiente fortaleza para lograr escapar
de este amargo sufrimiento que me corroía en mi interior y poco a poco iba
cayendo en una honda desesperación. Y, a su vez, cada posibilidad de escapar la
comparaba con la luz cegadora que me despertaba las mañanas de verano.
La
grandiosidad del universo era poca comparada con aquella gota, tan
insignificante para algunos, que iba haciendo de mi dolor, un gran manto negro
que poco a poco iba cubriendo lo que me quedaba de aquellos momentos en los que
me sentía alguien.
Esos
momentos en los que, con tan solo un gesto, expresaba el odio que sentía por
esos que no valoraban su suerte, que todo les parecía poco, que tenían el
corazón hueco, sin expresión, sin vida, sin una luz que lo iluminara.
Mi
interior me decía que valía, pero los hechos no estaban de acuerdo, demostraban
lo contrario.
El cerebro
es todo un laberinto por el que las ideas buscan tener un nombre, y el mayor
tesoro es la propia virtud, aunque muchos carezcan de ella.
Todas
aquellas ideas que son como un armario con las puertas abiertas, un jarrón roto
o tan solo una pequeña hormiga en el universo, que si te paras a pensar en
ello, descubrirás la parte oculta de tu interior, todo se irá como lágrimas en
la lluvia.
El agua lo
es todo, la sangre tiene agua, los mares también, hasta mi situación requiere
del agua para ser conseguida con efecto. A veces, la gente no le da la
importancia que tiene, pero a todos nos gusta llegar de un exhausto día y con
tan solo dar unos pasos, encontrarnos una fuente. No se puede comparar con
nada, es única. O no recordáis todos esos momentos de la infancia en los que
jugamos en los prados y saltamos en los charcos.
Aunque mi
imagen se transmite desde una carátula tapada por una mancha, creo que cada
sonido que oigo en mi interior es un reflejo de la culpable gota de agua.
Sara Sánchez Varela, 2 ESO B